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Historia de la Mina

La explotación de hierro La Pepita, con una extensión de 19.890 m2 y localizada en el barrio La Calleja de Solares, entró en funcionamiento en 1887, coincidiendo con la construcción de la línea férrea de Santander-Solares y fue punto de partida del denominado Ferrocarril de Minas de Heras, que llegó a tener un trazado de 13 kilómetros para transportar el mineral hasta el lavadero y la estación de esta localidad. Sus instalaciones se componían de dos batideras y una draga que se movían gracias a un motor de 70 caballos.

PARQUE MITOLÓGICO

Las características singulares de este recinto, tanto desde el punto de vista natural, debido a la vegetación que se ha desarrollado en el entorno, como desde el paisajístico, por las formaciones geológicas que la naturaleza y la actividad humana han formado, convierten a Mina Pepita en el escenario idóneo para un parque dedicado a la Mitología de Cantabria.

Así, entre sus mágicos rincones podemos descubrir las representaciones de los principales personajes mitológicos cántabros, protagonistas de las creencias populares que se han transmitido entre generaciones. Nos encontraremos con el temible Ojáncano, que nos da la bienvenida al parque, el benévolo Musgoso que acompaña nuestra ruta con la melodía de su flauta, la dulce Anjana, los Caballucos del Diablo o el Trenti, entre otros, que poco a poco irán surgiendo entre las agujas, en sus grutas o bajo los árboles de la mina.

GEOLOGÍA Y VEGETACIÓN

El Parque de la Mina Pepita cuenta con varias sendas de suaves pendientes que se internan entre espectaculares agujas y montículos de hasta más de 15 metros de altura que conforman desfiladeros, oquedades y angostos recovecos entre las rocas. La erosión natural y la acción humana han perfilado un paisaje de recortes que la naturaleza se ha encargado de colorear. Una abundante vegetación, tanto autóctona como exótica, compuesta de acebos, encinas, tilos, fresnos, enormes acacias, saúcos, laureles, palmitos o enormes helechos, otorga a este espacio natural de un notable valor ecológico en pleno núcleo urbano. 

CANTABRIA Y SUS SERES DE LEYENDA

La mitología propia del saber popular de Cantabria se halla relacionada desde hace siglos con los mitos celtas y romanos, asemejándose en buena parte con tradiciones y leyendas del resto de comunidades de la Cornisa Cantábrica. La divinización de la naturaleza, de los montes y picos, bosques y aguas, de la flora y la fauna, ha sido plasmada en historias de personajes fantasiosos que perduran hasta la actualidad y cuyo legado está presente vivamente en nuestro folklore.

Al igual que en otras culturas, la mitología cántabra se ha nutrido de seres de fábula con aspectos y virtudes desiguales a los que los lugareños idolatraban o temían. Existen muchas criaturas de este tipo dentro de la mitología cántabra, entre los que destacan el ojáncano, la anjana, la juáncana de Siete Villas, el musgoso, los caballucos del diablo, la sierpe de Peña Castillo, la guajona, el arbolón o las mozucas del agua y duendes como trentis, trastolillos, trasgos, tentirujos y zahorís, así como los nuberos y ventolines.